InicioSociedadA pesar de su origen ferroportuario, Rosario carece de un museo temático

A pesar de su origen ferroportuario, Rosario carece de un museo temático

Quien dentro del shopping Alto Rosario se acerque al salón Metropolitano y al estacionamiento se topará con un conjunto de locomotoras y vagones, entre otro material histórico que presenta signos de deterioro. Ningún cartel indica que este sector del centro comercial se corresponda con el museo ferroviario que el complejo promocionó desde sus inicios.

De resultas y pese a su origen como polo ferroportuario, Rosario carece de un museo temático: tampoco prosperó el que en 1996 creara el Concejo municipal, fijando su emplazamiento precisamente en esa zona de antiguos talleres del ferrocarril, hoy conocido como Scalabrini Ortiz.

Museo en la web, no en la realidad

Fue mediante una inversión millonaria que la compañía de bienes raíces Inversiones y Representaciones Sociedad Anónima (Irsa) construyó a principios del siglo XXI el Alto Rosario en el ex barrio Refinería.

Su página web, como una de las muchas instalaciones del megacomplejo, menciona un museo ferroviario, pero lo cierto es que el lugar no está señalizado.

Una empleada que trabaja desde hace años en las inmediaciones dice que “el museo como tal, hoy por hoy, no tiene entrada ni horario de visita”.

Reclamo de un museo

Este diario se contactó con la jefa comercial y de marketing del shopping para confirmar si la propuesta del museo está vigente, pero no hubo respuesta ni aclaración institucional al respecto.

Mientras, distintas voces consustanciadas con la historia y con la actualidad ferroviaria reclaman la gestión de un auténtico museo, es decir una entidad abierta al público que investigue, coleccione, conserve, interprete y exhiba el patrimonio material e inmaterial, según la definición del Consejo Internacional de Museos (Icom).

Mariano Antenore y Rolando Maggi, de la asociación Amigos del Riel, representan algunas de esas voces. Según cuentan, la puesta en marcha de este espacio cultural y de memoria fue un compromiso del consorcio privado que ganó la licitación cuando los talleres salieron a la venta a fines del ‘90. Al inaugurarse el complejo, en 2004, la ONG de cincuenta años de trayectoria fue convocada para participar del armado del museo, pero sus miembros dieron “un paso al costado” por discrepancias con los criterios de exhibición y conservación de las piezas.

Por cierto, algunas están en lo que había sido el ala principal de mantenimiento de los talleres -un galpón tipo galería- y otras directamente a la intemperie.

Sin acceso

El público no tiene acceso pleno para apreciar el material rodante ni indicaciones sobre sus características, antigüedad o procedencia. La lista de museos privados del Ente Turístico Rosario (Etur) no incluye ninguna institución relacionada con lo ferroviario que funcione allí, tampoco el último Registro de Museos Argentinos de la Nación.

En la app de geolocalización Google Maps, sí aparece un Museo del Ferrocarril dentro del predio comercial, en la calle Central Argentino entre Echeverría y Theddy, pero se menciona que está “cerrado permanentemente”.

Antecedentes normativos del Museo

Ya en 1994, el Concejo de Rosario declaró de interés la creación de un museo ferroviario y luego la Municipalidad avaló la designación de una comisión promotora del proyecto, de integración plural. El decreto Nº9.759/94 que salió del Palacio Vasallo fue la primera referencia normativa de apoyo institucional a un museo que rescatara esta actividad, justo cuando se llevaba adelante un proceso de desguace del ferrocarril en todo el país.

En abril de 1996, el Concejo aprobó la creación, en jurisdicción de la Secretaría de Cultura del municipio, del “Museo del Transporte, la Producción y la Cultura ferroviaria para la exposición, difusión y debate de la actividad local y regional”, a la sazón una de las claves del desarrollo rosarino. Y de su identidad. La ordenanza (N°6.156/96) establece el funcionamiento “en uno de los talleres ubicados dentro del futuro Centro de Renovación Urbana Scalabrini Ortiz, en el área delimitada por el Parque de los Ferroviarios”.

>>Leer más: Un lugar para la historia ferroviaria de la ciudad

Hace 29 años, aquel enclave industrial ligado a los ferrocarriles estaba por cambiar de fisonomía, aunque todavía no se conocía a ciencia cierta su destino.

Centro de renovación urbana

El Plan Regulador ya preveía en 1967, para la apertura del corredor norte-sur de la ciudad, el desmantelamiento de los talleres lindantes a la calle Junín y su traslado a la localidad de Pérez.

En su lugar, proponía un área con espacio verde, viviendas colectivas, abastecimiento minorista y actividades educativas, culturales, de esparcimiento.

El Plan Regulador lo llamó Centro de Renovación Urbana Bernardino Rivadavia, pero en 1996 la Municipalidad lo rebautizó Raúl Scalabrini Ortiz, un nombre afín a la idea del tren como factor de desarrollo nacional. Paradójicamente, las políticas del menemismo achicaban y privatizaban el servicio, desafectando trabajadores, solares, edificaciones.

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El momento de la adjudicación del parque, retratado por La Capital.

En el extenso polígono que ocuparon desde 1885/1890 los talleres del Ferrocarril Central Argentino (el barrio también fue conocido en una época como Talleres), se reparaban y construían vagones y locomotoras. Erigidos por capitales ingleses, de allí la tipología de las construcciones, y luego nacionalizados, llegaron a trabajar en ellos dos mil personas. A principios de los 90 dejaron de funcionar y en 1997 el Ente Nacional de Administración de Bienes Ferroviarios (Enabief) llamó a licitación pública para su venta.

En 1998 el consorcio Irsa-Coto ofertó 25 millones de pesos, entonces dólares, y le fueron adjudicados los terrenos porque además había obtenido el mayor puntaje en la precalificación técnica. En el marco de una ordenanza regulatoria de la urbanización (N°6271/96), en pocos años se incorporarían a la trama urbana, entre otras infraestructuras y obras viales, no solo el shopping sino torres de viviendas y el parque público Scalabrini Ortiz.

Rosario y una asignatura pendiente

El museo ferroviario entendido como institución viva, dinámica, didáctica, y no como muestrario estático o decorado, parece haber quedado en el terreno de los discursos y de los archivos periodísticos. De hecho, ya desde la etapa del anteproyecto del shopping, La Capital publicó varias notas en las que se anunciaba el museo y hasta se representaba su ubicación gráficamente (por ejemplo, en las ediciones del 28 de julio de 1998 y del 19 de febrero de 1999).

En tanto, la vieja estación Central Córdoba, de 27 de febrero y Juan Manuel de Rosas, aloja desde hace 21 años a la asociación Amigos del Riel. Allí los voluntarios guardan un archivo, una biblioteca y una colección de bienes relacionados con los trenes y el ferromodelismo. Los exhiben a particulares, investigadores, delegaciones escolares; los custodian desde hace décadas.

“Sólo podemos tener cosas pequeñas, ni coches ni material rodante de envergadura”, aclara Maggi. De hecho, algunos elementos que estaban reacondicionando en el exterior de la histórica estación, cercana al parque Yrigoyen, fueron vandalizados. El deseo de Amigos del Riel es el cumplimiento de la ordenanza de 1996 que crea un espacio adecuado para preservar y valorizar el patrimonio del ferrocarril de cargas y pasajeros.

Mientras otras ciudades, incluso en la provincia, tienen su museo ferroviario, por ahora el de Rosario permanece como una asignatura pendiente.

En qué consiste la exhibición

En el ala sur del predio del Alto Rosario, junto al centro de convenciones Metropolitano, la formación que más se destaca en cercanías de la playa de estacionamiento es la que preside la locomotora a vapor Expreso Oriente, de 1928. Se encuentra al aire libre, completa y seguida de dos coches de pasajeros que en todas las ventanas poseen grabados artísticos. Son evidentes a simple vista los signos de deterioro en varias partes de la estructura revestida de madera.

Para más datos, los coches fueron traídos desde una quinta de Don Torcuato, en la provincia de Buenos Aires, donde eran utilizados en el marco de un emprendimiento gastronómico, mientras que la locomotora 570 es melliza de la 557 que se exhibe desde 1976 en un pedestal frente a la estación Rosario Norte, en Pichincha. Estos detalles surgen de lo conversado con integrantes de la asociación Amigos del Riel y del sitio “Horizonte ferroviario”.

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El museo se parece más a un depósito que a un lugar de exhibición.

En esta web especializada también se describe la locomotora a vapor del Ferrocarril Central Argentino que está dentro del galpón, “incompleta, fabricada en 1911 por la empresa extinta Beyer Peacock & Co”. El FCCA la usaba “para transportar formaciones de pasajeros a largas distancias”. El resto del material rodante, según la fuente, son tenders, una zorra a motor desmalezadora de vía, una pequeña caldera y un vagón de carga de madera del corredor Rosario – Villa María, entre otras piezas sin datación.

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El acceso a este sector techado está restringido al público ya que posee rejas. Llama la atención que se lo utilice como depósito de objetos (sin relación con lo ferroviario), muchos de los cuales lucen incompletos, rotos o en desuso. Por ejemplo, ticketeras de estacionamiento, maceteros y elementos metálicos variados, como caños, pretiles y

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