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Es argentino, logró un hito en medicina en EE.UU, y considera volver: Hubo cambios que no se habían visto en 70 años

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Sebastián G. de la Fuente tenía 24 años cuando dejó Argentina para vivir una experiencia enriquecedora en el exterior, aunque sin imaginar que se transformaría en una estadía permanente. Él llevaba el título de Medicina bajo el brazo y su mujer uno de licenciada en Historia del Arte, el día en que arribaron a Estados Unidos con el sueño de crecer en sus profesiones, un camino que encararon con enormes cuotas de disciplina y que trajo consecuencias de gran impacto en todos los aspectos de sus vidas.

En el caso de Sebastián, llegar a un país extranjero sin tener mucho dominio del idioma y sin experiencia médica parecía una locura y de alguna manera lo fue: tuvo que aprender la carrera de vuelta, a pesar de ser un médico recibido, y desterrar ciertos mitos que hasta hoy acarrea el país del norte.

“Sin duda, la práctica de la medicina es radicalmente diferente a Argentina”, asegura hoy el médico cirujano oncológico, mientras repasa su historia. “Una de las cosas que más me llamó la atención al llegar es lo involucrados y comprometidos que están los médicos en enseñar a los más jóvenes. El entrenamiento tiene una estructura sólida, bien programada, donde uno progresa a través de los años, dependiendo de su performance, que incluye atravesar exámenes formales pero también poseer una cantidad de artículos publicados”.

“En cuanto a las cirugías, se debe demostrar que uno tiene las suficientes capacidades técnicas como para operar. La residencia es un proceso tremendamente competitivo, se desarrolla en un `match nacional´ y eso hace al grado de dificultad», continúa. “Hay un concepto que se tiene, sobre todo en Argentina, de que la medicina estadounidense es muy despersonalizada, pero personalmente creo que es un concepto completamente erróneo. He encontrado un compromiso impresionante y una empatía increíble hacia el paciente y hacia lo que hacen, sobre todo en el cuidado del paciente con cáncer. Siempre tratando de educarse y formarse mejor. Yo creo que estas son falacias que se construyeron, pero que con los años uno se va dando cuenta de que no son ciertas”.

El médico cirujano argentino Sebastián G. de la Fuente

Allá, por el año 98, Sebastián se recibió de médico en la Universidad del Salvador y, apenas una semana más tarde, ya estaba en suelo estadounidense. Llegó sin nada. Sin un título apto tuvo que hacer las revalidaciones, un período arduo de constancia y disciplina que trascendió y lo llevó a conquistar asimismo un trabajo en investigación. El plan original era volver a la Argentina, pero las circunstancias cambiaron el curso del camino.

Sebastián regresó a su suelo natal para casarse y, tras tras rendir nuevos exámenes, consiguió trabajo en la Universidad de Duke en Carolina del Norte, junto a un cirujano oncológico y hepatobiliar, (ante todo especializado en páncreas), en su laboratorio.

El 2001 había arribado prometedor, y con los exámenes terminados y la investigación avanzada, la caída de las Torres Gemelas significó un golpe duro. Él mismo sintió que se había transformado en terrorista cuando su visa fue revocada, junto a tantas otras de extranjeros que estaban allí para trabajar, aportar al país y al mundo: “Nosotros teníamos la misma visa que los terroristas, así que tuvimos que volver a Buenos Aires por seis o siete meses, mientras ellos hacían las revisiones”, cuenta Sebastián.

Los acontecimientos trágicos eran inconmensurables, y regresar a Buenos Aires, un cambio de rumbo con consecuencias emocionales fuertes. A pesar del impase, Sebastián ya tenía el mapa de su futuro en sus manos y, junto a su mujer, decidieron atravesar la pausa como un paréntesis.

Antes de la caída de las torres, a él ya le habían ofrecido hacer un entrenamiento como cirujano general, un hito importantísimo en la vida de Sebastián, pero también a nivel global, ya que a su regreso se convirtió en el primer extranjero en la universidad al que le ofrecían desarrollarse como cirujano general.

En el marco de uno de los tres mejores programas de Estados Unidos, un futuro desafiante se abrió ante él: “Tener la posibilidad de entrenar ahí fue realmente algo insuperable”, asegura.

“Tener la posibilidad de entrenar ahí fue realmente algo insuperable”

Su primer hijo llegó al mundo en el 2002, en aquel lugar que para entonces se había transformado en su segundo hogar: la Universidad de Duke. Para entonces, el matrimonio ya había conocido a muchos argentinos que habían llegado para entrenarse en sus distintas carreras. Estar lejos, asimismo, los conectó con otras culturas hermanas como nunca antes: peruanos, chilenos, brasileros comenzaron a formar parte de sus vínculos cercanos.

Diez años pasaron. Su hija ya había llegado al mundo cuando Sebastián culminó su período de trabajo y formación en la universidad. Como cirujano general, tomó una nueva resolución: formarse en cirugía oncológica especialista en cáncer de páncreas. Su mentor tuvo mucho que ver con su decisión.

Pero existía otra razón, una profunda y personal: su madre había muerto de cáncer siendo él muy joven, algo que lo marcó y lo inspiró a investigar y tratar de encontrar los caminos para luchar contra la enfermedad: “Ella me motivó en mi camino”.

Junto a colegas y amigos.

Para este nuevo desafío comenzó su especialización en cirugía oncológica de páncreas, hígado y vías biliares en un centro llamado Moffitt Cancer Center, ubicado en Tampa, Florida. Tras dos años de formación, uno de los cirujanos mentores, que comenzaba el programa de cirugía general en el hospital AdventHealth de Orlando (rankeado como hospital número uno de Florida), lo convocó para formar parte de su equipo de creación de dicho programa.

“Desde el 2012 estamos trabajando en equipo en AdventHealth Orlando y ha sido una experiencia inigualable. Estamos dentro de los sistemas hospitalarios más grandes de los Estados Unidos, unos 55 entre todos los estados, siendo el nuestro el más grande, con una cantidad de pacientes impresionante”, cuenta Sebastián, quien al día de hoy es uno de los cirujanos oncológicos que mayor cantidad de cirugías de páncreas ha efectuado en todo Estados Unidos. “Es algo increíble los volúmenes de pacientes que uno ve acá”.

“Desde la práctica, por otro lado, sin importar la obra social y demás cuestiones, si yo ordeno que el paciente necesita realizarse determinado estudio, lo ordeno y punto, y es el fin de la discusión. No hay trabas en ese sentido”.

“Desde la práctica, por otro lado, sin importar la obra social y demás cuestiones, si yo ordeno que el paciente necesita realizarse determinado estudio, lo ordeno y punto, y es el fin de la discusión. No hay trabas en ese sentido”.

“La práctica médica suele estar bien dividida”, continúa. “En relación al ámbito de investigación y a lo privado, hay gente que se dedica a la investigación exclusivamente, otra en ámbitos privados que se enfoca en la práctica y después hay sistemas híbridos, como es mi caso. En la práctica privada se tiene que lidiar mucho con las aseguradoras, con los diferentes hospitales. El médico que trabaja en la parte académica, la dificultad más grande que tiene es la de tratar de conseguir apoyo económico para su investigación, lo cual está siendo cada vez más complejo”.

“La compensación en lo económico en los últimos años acá ha disminuido, lo que hace que muchos médicos migren a otras profesiones o hagan paralelamente cosas no relacionadas con la medicina. Se estima que para el año 2030 va a haber una necesidad de cirujanos de más de 25 mil y esto se extrapola a varias especialidades, y es consecuencia también de los cambios significativos en la población adulta: cada vez hay más cantidad de adultos mayores, que requieren cuidados médicos y eso dificulta un poco ejercer la medicina”.

En la foto, Sebastián y su compañero de equipo en cirugía: “La compensación en lo económico en los últimos años acá ha disminuido, lo que hace que muchos médicos migren a otras profesiones o hagan paralelamente cosas no relacionadas con la medicina. Se estima que para el año 2030 va a haber una necesidad de cirujanos de más de 25 mil y esto se extrapola a varias especialidades…»

Más de dos décadas y media pasaron. La idea era vivir una experiencia atravesada por el aprendizaje y regresar, pero las circunstancias cambiaron. Sebastián, al igual que su mujer, alcanzaron metas inimaginables en una vida que se construyó sólida y feliz, a pesar de la lejanía, a pesar de los impactos culturales.

El plan original, sin embargo, nunca se diluyó del todo. Hoy, Sebastián mira al horizonte y siente a Argentina más cerca que nunca. Tal vez, se dice, se trata de volver un poquito más tarde de lo pensado.

Estados Unidos, mientras tanto, siempre será el país que tanto admira y lo vio evolucionar de maneras impensadas: “Si hay algo que valoro de este país es que, no importa a lo que uno se dedique, la persona que se educa y pone esfuerzo siempre va a llegar a donde quiere llegar. El sistema de la sociedad apoya el desarrollo del profesional. En Argentina es difícil esto: uno puede trabajar por años y es difícil que impacte significativamente en el aspecto financiero, profesional e incluso personal”, reflexiona.

“En Estados Unidos conocí muchos casos de personas que comenzaron con absolutamente nada y con estas dos variables – esfuerzo y ganas de educarse y progresar- llegaron a metas impresionantes en su vida financiera y personal”, continúa. “En un comienzo, por la dedicación al estudio, al trabajo y dificultades financieras, no hubo mucho espacio para regresar de visita a la Argentina. Pero cuando las aguas se serenaron los regresos comenzaron a multiplicarse. Mis hijos son fanáticos de la Argentina. Los dos son americanos pero quieren hacerse argentinos, por lo que empezamos los trámites”.

“Uno de los aspectos que me impactaron mayormente cuando emigramos es la dinámica familiar americana. Acá los hijos cuando cumplen 18 se van. Por cómo funciona la geografía y el sistema (no centralizado), el nudo familiar forzosamente se desintegra. Al principio es desolador, pero con el tiempo uno se va acostumbrando. En casa vamos a quedar mi mujer, yo y el perro, lo cual tiene consecuencias en lo personal y económico”.

“En lo personal, esta experiencia nos ha permitido construir amistades muy fuertes, de diferentes partes del mundo, que nos une la misma experiencia, valores, principios en la medicina. Forjar amistades de otras culturas es una de las cosas más ricas que me ha tocado vivir».

“Pero al haber atravesado la experiencia de irnos a otro país, aprendimos a estar unidos. Cuando te vas tan joven a un lugar como Carolina del Norte, sin soporte, con pocos amigos, te hace fuerte, unido y te fuerza a aprender mucho, desde la cosa más simple como cómo pagar las cuentas, hasta cómo atravesar la residencia médica. En nuestro caso los primeros años fueron tremendamente difíciles. A mi mujer, mientras hacía el entrenamiento como cirujano, cada vez que volvía a casa le decía que me quería volver a la Argentina. Imaginate, estaba rodeado por tipos que venían de las mejores universidades del mundo. Yo tratando de demostrar que estaba a la par de ellos, me iba a las 4:30 de la mañana y no volvía hasta las 10:30 de la noche. Fueron muchos los feriados, navidades y años nuevos que he pasado de guardia trabajando, pero al final, tanto esfuerzo dio sus frutos”, rememora.

“En lo personal, esta experiencia nos ha permitido construir amistades muy fuertes, de diferentes partes del mundo, que nos une la misma experiencia, valores, principios en la medicina. Forjar amistades de otras culturas es una de las cosas más ricas que me ha tocado vivir”.

“Y, finalmente, las cosas se dieron de tal manera que pude llegar hasta donde llegué”, continúa. “Pero yo creo que tarde o temprano uno se quiere volver a la Argentina. Los nexos son tan fuertes, que uno está siempre pensando en volver, especialmente ahora que la situación financiera es más estable. Yo creo que el futuro de la Argentina es prometedor; han habido cambios que no se habían visto en los últimos 70 años. Es un momento incluso donde mis hijos consideran irse a vivir a Argentina al menos por un tiempo. Que nuestros hijos deseen tener doble ciudadanía nos llena de orgullo y refleja el compromiso que hemos tenido como padres en transmitirles nuestras raíces”.

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