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El cometa del dólar atrasado y la advertencia de los mandriles

No mires para arriba (Don’t Look Up, en idioma original), es una película mitad comedia dramática, mitad ciencia ficción, estrenada en diciembre de 2021, protagonizada por Leonardo DiCaprio y Jennifer Lawrence. Ambos representan a dos astrónomos que descubren que un cometa va en curso inevitable de colisión con la Tierra. Alarmados, le advierten al mundo, pero enfrentan la indiferencia de los medios, la clase política y la sociedad en general.

Sin embargo, en un momento, la situación parece cambiar: la entonces presidenta de los Estados Unidos, interpretada por Meryl Streep, comienza a escuchar a los dos científicos y se empieza a armar un plan para hacer explotar al cometa antes de que llegue a la Tierra. Pero en el medio aparece un megamillonario empresario vinculado a la tecnología, que convence a la jefa de Estado de dejar que el cometa impacte: sospecha que posee un mineral capaz de reducir los costos de la energía en los vehículos eléctricos. La presidenta escucha al empresario, y el final –spoiler alert– no es el esperado.

Salvando lo trágicamente irónico de la historia, hay un cometa que amenaza hoy a la economía argentina, con varios científicos al estilo DiCaprio y Lawrence advirtiendo su llegada. Son los hoy calificados como “mandriles”, que, por donde sea –y quizá con más rating que los de la película–, afirman que el país tiene un problema de competitividad en el tipo de cambio. Esto se refleja en un déficit en la balanza de ingreso y salida de dólares y, de no atenderse a tiempo, podría provocar un daño irreparable a la economía real argentina.

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Aclaran, además, que la solución no pasa por una megadevaluación, sino por una corrección que puede trabajarse dentro del esquema de bandas cambiarias inaugurado el 14 de abril con el nuevo acuerdo de Facilidades Extendidas con el FMI. Sostienen que simplemente operando dentro de la franja de los $ 1.300 y $ 1.400 por dólar, el problema podría empezar a corregirse.

Aseguran también que se perdió un tiempo precioso al no haber comprado divisas de los liquidadores sojeros entre el comienzo del sistema de bandas y el viernes 27 de junio, cuando los exportadores más importantes protagonizaron las semanas de mayor nivel de liquidación en años,

aprovechando un esquema de reducción de retenciones que culminará este martes. La información de las cámaras que agrupan a sojeros y aceiteros confirmará que el nivel de venta de dólares al mercado oficial entre mayo y junio fue récord. Y que el Banco Central podría haber comprado entre US$ 2 mil y US$ 3 mil millones. No habría cumplido igual con las metas del FMI, pero sí se habría acercado. Aunque, quizá, no se hubiera podido mostrar una inflación de 1,5% en mayo, ni un nivel similar (quizá algo superior) en junio.

Ahora, tal vez, ya sea tarde para comprar dólares sojeros. Lo que se espera es una liquidación lánguida, a la espera de mejores precios que tal vez lleguen. O tal vez no. Pero los hombres de campo con vínculos con el sistema financiero aseguran que no habrá que esperar grandes volúmenes: solo ventas puntuales para pagar impuestos, proveedores y alguna maquinaria o bien de capital ya reservado. No mucho más.

Mientras tanto, el cometa del tipo de cambio atrasado sigue su curso. Insisten los economistas categoría mandril en advertir que la colisión existe, y que aún hay tiempo para actuar. Pero que el BCRA debe empezar a dar señales claras, especialmente después del 9 de julio. Esa fecha es clave: ese día Argentina deberá pagar unos US$ 4.500 millones en concepto de vencimientos de los cupones de los bonos emitidos en 2020 durante la gestión de Martín Guzmán. El mercado ya sabe que el dinero está. Incluso, algo sobraría. Caputo podrá mostrar que tiene recursos para cumplir en tiempo y forma y estirar hasta diciembre los dólares necesarios para cerrar el ejercicio sin mayores sobresaltos. El foco ya está más en 2026 que en 2025. No es poco, y el mercado lo reconoce.

El problema pasa por otro lado: no convence la marcha de la recuperación de reservas del BCRA. Y no hay fórmula a la vista que permita proyectar un cierre de año con los US$ 2 mil millones de azul comprometidos. Hoy faltan unos US$ 6 mil millones para eso. En lo inmediato llegarán US$ 2 mil millones del FMI y, posiblemente, otros US$ 6 mil antes de fin de año. Es lo que el Fondo se comprometió a ejecutar. Y en Washington –no solo en las oficinas de Kristalina Georgieva sino en la Casa Blanca– se sigue con atención lo que ocurra el 26 de octubre. No sería la primera vez que el FMI tome nota del calendario electoral argentino. Mucho menos en los círculos que orbitan a Donald Trump.

La idea es que el Gobierno atienda el tema cambiario después de las elecciones y una vez consolidados los resultados. Si Milei queda como primera minoría, el panorama será distinto. Ahí se verá si el FMI se suma al grupo de “mandriles” que alertan por el cometa, si el Ejecutivo reacciona como la presidenta de la película cuando escucha a los científicos, o si aparece algún empresario que quiere los metales del proyectil y lo deja avanzar, aún a costa del país.

Hay un antecedente técnico. En el Staff Report del FMI, publicado luego de la firma del nuevo programa, se recomendaba que el tipo de cambio para el trimestre siguiente a la entrada en vigencia del acuerdo debía ubicarse 20% por encima del valor anterior al 11 de abril. Eso sería entre $ 1.315 y $ 1.320. Pero el tipo de cambio se mantuvo incluso más cerca de los $ 1.100. Mucha diferencia. Y eso no es menor, especialmente para Luis Cubeddu, el fiscalizador jefe del caso argentino en el Fondo.

Ese 20% es solo el punto de partida. Si la actualización se efectiviza luego de las elecciones de octubre, habrá que sumarle toda la inflación acumulada hasta ese momento.

Ese podría ser el antídoto contra el cometa. Los mandriles coinciden. El tiempo de análisis se agota. Después de octubre, será el turno de la acción.

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