El pejerrey es el pez que, desde el punto de vista económico, posee mayor importancia respecto de las restantes especies que pueblan las aguas continentales de la provincia de Buenos Aires. Históricamente, constituye un recurso que para las economías bonaerenses ha sido el motor del mini turismo lacustre que ha dado un empuje de relevancia hace ya algunas décadas. Entre tantos destinos, la localidad de Junín con sus lagunas ha recibido a través de la pesca deportiva una importante inyección al turismo de la ciudad, con un aluvión de turistas que promueve la pesca de costa como embarcados, aunque, si se compara con otras épocas, la población de pejerrey actual dista mucho de aquellos buenos tiempos.
Ese interrogante llevó a un medio local a buscar las razones de esta merma que indudablemente tiene que ver con la falta de agua a la que se han visto afectadas las lagunas, así como también, la presencia de trabajos que indican que la presencia de agroquímicos ha complicado la reproducción de la especie. Según señala el portal Semanario Junín, los pescadores le apuntan al biguá, un ave que se la puede observar por millares en las encadenadas del distrito y que por sus características alimentarias podría estar promoviendo esta falta en cuanto a cantidad de peces que, de resultar de otra manera, ubicaría a este distrito como destino número uno en miniturismo. En un reciente informe de ese mencionado medio, se ahondó sobre los trabajos relacionados con los hábitos alimentarios de las aves y accedió a algunos relevamientos de larga data, pero ninguno referido a los espejos de agua juninenses, aunque igualmente pueden aportar algunos datos al respecto.
¿Cuánto comen?
Durante su paso por el instituto de Limnología “Raúl Ringuelet”, el Dr. Oscar Padín realizó en la década del ’90 un estudio de la ecología energética de las poblaciones de aves en la Argentina, que ya habían experimentado un notable incremento desde hacía 10 años. Sin embargo, el especialista consideraba que “estos trabajos por sí solos no permiten cuantificar el impacto de las aves sobre las poblaciones de sus presas”, ya que para ello era necesario conocer la numerosidad de la especie dentro de su área de actividad y la tasa de renovación del alimento o dieta diaria individual. El trabajo de Padín tomó como base las estimaciones de numerosidad realizadas durante el año 1982 en la laguna Chascomús, para tres especies de régimen esencialmente ictiófago, entre ellas, el biguá (Phalacrocorax olivaceus olivaceus). Se determinó entonces que la población de esta ave en la laguna de Chascomús consumía anualmente 19.062 kg de pescado, con un máximo en el mes de marzo (6.346 kg) y un mínimo en junio (230 kg), en tanto la dieta diaria individual oscilaba entre 201 g en diciembre y 258 g en junio. Aunque otras especies como el Macá grande y el gaviotín, consumían peces, más del 87% del consumo era del biguá. Según estos estudios, cada ejemplar come, al año casi 7 kilos de pescado, aunque no sólo pejerrey.
El biguá, ¿culpable o inocente?
Siempre polémico, el Biguá ha sido puesto en el banquillo de los acusados desde que existe la pesca deportiva en las lagunas bonaerenses. Carlos Marelli, que investigaba desde la década del ’20 a las especies ícticas, al estudiar la situación del pejerrey en la laguna Alsina en 1945, analiza la dieta del biguá y considera que estas aves no constituyen una plaga para esta especie. La dieta del biguá es principalmente ictiófaga y puede incorporar a su dieta distintas especies de crustáceos (cangrejos y camarones), moluscos y anfibios. En el Río de la Plata su alimentación está compuesta por camarones (Palemónidos) y peces como el pejerrey, pero además sabalitos, mojarras y hasta algunos bagres. Debido a este régimen alimentario, el biguá había sido declarado plaga en algunas zonas de nuestro país, especialmente en las lagunas donde se practicaba la piscicultura del pejerrey.
Según señala el portal juninense, hasta el momento no se pudo hallar un estudio completo sobre su ecología alimentaria que compruebe este supuesto impacto negativo sobre la fauna íctica, dado que, si bien se alimenta de pejerreyes, también ingiere otros peces que compiten con esta especie por el alimento. Un trabajo llevado a cabo en 1946 al estudiar la dieta de 13 biguás encuentra restos de pejerrey en sólo uno y Arámburu y Mogilner, en otra investigación de fines de los ‘60 apuntan a que sólo el 17% de la población de biguá presente en la laguna de Chascomús poseía restos de pejerrey en su estómago.