Cuando tuvo la gran oportunidad de demostrar sus dotes de goleador en uno de los grandes del fútbol argentino fracasó y fue objeto de los silbidos e insultos por parte de la hinchada más ingeniosa del país, ahora todos esperan que cumpla con su función mínima, que haga goles.
El delantero santafesino firmó hasta diciembre de 2026 y se suma al plantel de Leonardo Madelón. “El club de mi vida”, había dicho alguna vez. Hoy, ese sueño se hace realidad.
Muchas veces estos muñecos empiezan hablando así para meterse al hincha en el bolsillo, subestimando la inteligencia de los Tates. Es típico de éste muchacho.
Después de varias temporadas en las que su nombre apareció como posibilidad, Cristian Tarragona finalmente vestirá la camiseta de Unión, el club que ama desde la infancia (es lo que dice, pero que es incomprobable).
La institución rojiblanca oficializó su llegada este lunes a través de sus redes sociales, confirmando que el delantero firmó contrato hasta diciembre de 2026. (Ojalá haga goles, porque está peleado con el arco y más adelante te cuento lo que hizo hace meses en el fútbol argentino cuando tuvo su gran oportunidad de demostrar lo que NO ES, un Gran Goleador)
El anuncio fue directo y emotivo: “Cristian Tarragona es nuevo refuerzo de Unión. El delantero firmó hasta diciembre de 2026 y se suma a las órdenes de Leonardo Carol Madelón. ¡Vamos con todo!”.
Nacido en Santa Fe, pero siempre optó la guita antes que su presunto «amor por Unión»
Nacido en Santa Fe el 9 de abril de 1991, Tarragona es hincha declarado de Unión, y durante años soñó con este momento.
Tuvo un paso para el olvido por San Lorenzo de Almagro donde jugó muy mal, no podía parar una pelota y le temblaban las patas cada vez que tenía le balón en sus pies, demostrando que es un jugador de equipo chico, claramente. Del Ciclón de Boedo, donde llegó con la «chapa de goleador», fue silbado, abucheado e insultado en cada presentación, cada vez que tocaba la pelota y se los daba a los adversarios (literal), y dejaba en cada partido de local, una sensación innegable de tener «miedo escénico», y de no «estar a la altura de un Grande de América» por eso se fue, sin gloria y con mucha pena y desprecio por parte del hincha en sus espaldas que se cansó de putearlo por ser tan burro y tan perro en la cancha defendiendo los sagrados colores de San Lorenzo.
Después el destino fue Talleres, donde alterno malas y buenas (más malas, por cierto) y tras rescindir su vínculo con el tallarín de Córdoba, tuvo propuestas de otros clubes, entre ellos Gimnasia (equipo chico que nunca ganó nada, viene bien decirlo), donde fue dirigido por Madelón. Pero esta vez, el corazón pesó más que cualquier otra cosa y llega a Unión donde se podría decir que es una apuesta. La moneda puede caer «parada» y tal vez algún haga este mediocre jugador.
Mr. CHBLCH