Por David Ferrara con foto de Juanjo Cavalcante
En la elite del básquet rosarino conviven clubes con múltiples ideas, propuestas, apuestas y proyectos, todas válidas y respetables para encarar un certamen competitivo en el que nadie regala nada y permanecer es todo un desafío. Dentro de esas realidades hay una que tiene un detalle peculiar, y es la de Atlantic, en la que casi la totalidad del plantel está integrado por jugadores que se formaron directamente en el minibásquet del club y que atravesaron un largo camino hasta ser referentes de la primera.
Bruno Caribaux se fue a los 15 años a jugar la Liga y en esta temporada decidió pegar la vuelta por unos meses y disfrutar con amigos: “Es algo que me había quedado pendiente y que tenía ganas de hacer, quería darme el gusto, llegó la oportunidad y la aproveché. Tengo la posibilidad de sentir lo mismo que cuando era chico, venir, estar todo el día, divertirnos, y eso no tiene precio”.
Otro de los que tuvo su etapa fuera del club y retornó para ser el capitán es Lautaro Mercado, que contó su experiencia: “Es un camino re largo el que recorrimos y que no es sencillo. Para mí lo más importante fue hacerlo con mis amigos, con los que crecimos juntos. Si bien no todos pueden estar ahora, también compartimos con otros chicos más jóvenes que se formaron en el club e hicieron el mismo camino y que los conocemos desde que son muy chicos. Es una familia”.
“Todo se hace más ameno con los amigos. Me tocó descender y ascender y todo se hace más llevadero con un entrenador que conocés y un grupo formado en el club”, resumió.
Uno de los que creció con Lautaro y con Lucas Ruggiero, entre otros, es Bruno Mascali, quien comparte sensaciones: “Siempre fue un sueño poder jugar en primera y más con amigos, que son todos del club. Pasamos por todas las categorías, descendimos, ascendimos, y es un honor estar en Superliga con Atlantic”.
Encabezando al grupo más joven está Tiago Gromico, quien temporada a temporada es uno de los objetivos de muchos clubes de la ciudad, pero año a año elige permanecer: “Siempre mi prioridad está acá, porque lo disfruto. Es algo muy lindo poder llegar desde el mini a primera en tu club, es para lo que uno entrena desde chico. Y es muy lindo compartirlo con algunos amigos que venimos juntos desde premini”.
“Es algo que puede ser raro en otro club, pero para nosotros es normal porque es lo que trata de imponer Atlantic desde que comenzamos con Edu (Desantti) y Pato (Argüelles), quienes fueron los que nos guiaron y nos ayudaron a crecer como personas y jugadores”, cerró Tiago.
Mientras sus compañeros charlan con El Ciudadano y se sacan las fotos (allí están también otro de los de casa como Agustín Grieco y el “extranjero Claros”), en el rectángulo juega la U21 en la que están entre otros Julián García, Francisco Fossi y Lucas Ouvrard junto a los pibes que comienzan a sumarse y al otro que rompe la monotonía de la pura cepa de calle Lavalle, el cañadense Zelaya.
La palabra que falta es de quien los recibió a todos desde pequeños y los acompañó en su camino, además de alentar hoy desde la tribuna, Eduardo Desantti.
“Hoy es emocionante ver como entra un jugador formado en el minibasquet y sale un jugador formado en el minibasquet, es lo más lindo que me puede pasar. Cuando llegan por primera vez al club te preguntás si le gustará el básquet, si se enamorarán del juego. Y que después de tantos años sigan defendiendo los colores del club o queriendo volver es algo muy especial. Tanto los que no se fueron como aquellos que se van y que vuelven a trasmitir todas esas experiencias”, explicó el Edu.
“Cuando entran al club y me preguntan quien soy le digo ‘el técnico de los pibes’, porque son míos. Un día entraron al club, los hice propios y lo siguen siendo, aunque jueguen en primera. Por ejemplo, Pato (Argüelles) empezó conmigo en escuelita como jugador y hoy es uno de los referentes como entrenador. Esto es una mística de muchos años que se sigue construyendo, porque no lleva nombres personales, es una idea, un estilo”.
El estilo de Atlantic, de hacerlo en casa, aunque no siempre sean buenas, las difíciles se sobrellevan más fácil cuando se comparten afectos y las alegrías se disfrutan mucho más.