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Abadesa demasiado linda para monja fue expulsada y su reclamo sacude a la Iglesia

Aline Pereira Ghammachi, una monja brasileña radicada en Italia, ha atravesado en los últimos meses una situación digna de la pluma de Morris West o Dan Brown, y que llegó a un punto insostenible luego del deceso del papa Francisco I.

En los 18 días transcurridos entre la muerte del papa argentino y el encumbramiento de León XIV, Pereira fue destituida de su alto cargo de abadesa del Monasterio de San Giacomo di Veglia, en las afueras de Venecia, algo que sucedió después de que una carta anónima la denunciara ante el papa. Su marcha provocó el éxodo de 11 monjas más, lo que dejó el monasterio medio vacío. Ahora, esta monja brasileña dice que luchará por la justicia.

Nacida en Amapá, Brasil, y licenciada en administración de empresas, la hermana Aline dedicó su vida a la religión. Fue traductora de documentos confidenciales e intérprete en eventos de la Iglesia hasta que en febrero de 2018 fue nombrada directora del monasterio. Tenía 33 años y era la madre-abadesa más joven de Italia.

La comunidad que dirigía contaba con poco más de veinte monjas. Desde que Aline tomó el mando, la abadía abrió sus puertas a la comunidad: las hermanas comenzaron a ofrecer asistencia a mujeres víctimas de violencia y crearon un huerto comunitario para personas autistas, además de plantar uvas para producir vino.

Todo era tranquilidad hasta hace dos años, cuando la hermana Aline fue denunciada en una carta anónima enviada al papa Francisco. “Dijeron que maltrataba y manipulaba a mis hermanas”, explica la religiosa en declaraciones recogidas por el periódico brasileño Folha.

La denuncia anónima también afirmaba que Aline escondía el presupuesto del monasterio. Tras recibir la misiva, Francisco dispuso una auditoría del monasterio. Tras una inspección llevada a cabo en 2023 y que duró dos semanas, el caso se archivó.

Sin embargo, la causa se reactivó meses más tarde. “Creo que fue por petición de fray Mauro Giuseppe Lepori”, dice la monja. Lepori es el abad principal de la orden que dirige el monasterio, y Aline había trabajado con él durante años. “Dijo que yo era demasiado bonita para ser abadesa, o para ser siquiera monja. Lo dijo en tono de broma, riéndose, pero me hizo quedar en ridículo”, recuerda la brasileña.

En 2024, el Vaticano envió a otro emisario al monasterio. “No nos hizo ninguna prueba, no hizo nada en absoluto, simplemente conversó con nosotras. Y llegó a la conclusión de que yo era una persona desequilibrada y que las hermanas me tenían miedo”, refiere la abadesa destituida.

Casi un año después de esa visita, y mientras el papa Francisco estaba internado, sor Aline se enteró de la decisión: había perdido su cargo y una nueva madre abadesa se ocuparía de la comunidad.

La nueva abadesa, de 81 años, llegó el día de la muerte del papa. “Incluso afirmó que estaba allí en su nombre. Esto ocurrió en un día de luto para la Iglesia, un día en el que no podíamos recurrir a nadie. Simplemente llegó y dijo ser la representante de una persona que ya no existe”, relata Pereira.

Aline afirma haber escuchado que tendría que abandonar el monasterio y aislarse en otra comunidad católica. “Dijeron que tendría que pasar por un camino de madurez psicológica”, detalla.

Ella no aceptó el cambio. “Primero, porque no sabía por qué me habían expulsado del monasterio. Y segundo, porque no hubo denuncia formal ni juicio”.

Aline abandonó el Monasterio de San Giacomo di Veglia el 28 de mayo, una semana después de la muerte del Francisco I. Al día siguiente, cinco hermanas huyeron del monasterio y fueron a una comisaría de policía de la ciudad. Aseguraron que salieron solo con el hábito en el cuerpo, sin llevar sus propios documentos, pues no soportaban la presión que se había creado en el lugar con la intervención de la nueva abadesa.

Desde entonces, otras monjas y novicias también han abandonado la comunidad. Once de las 22 mujeres que vivían en el monasterio se han marchado desde que se fue la hermana Aline. “Las que se quedaron son las hermanas mayores, de 85, 88 años”, dice la brasileña.

Una de las monjas que huyeron habló públicamente para defender a la ex abadesa. “Se ha instaurado un tratamiento medieval, un clima de calumnias y acusaciones infundadas contra la hermana Aline que, a su vez, es una persona muy seria y escrupulosa y que en los últimos años se ha convertido en el punto de referencia para la comunidad”, dijo la monja Maria Paola Dal Zotto en declaraciones al periódico local Gazzettino.

La Iglesia no se ha pronunciado sobre el caso, pero fray Mauro Giuseppe Lepori escribió un mensaje al citado medio: “La exabadesa se está tomando libertades, creyendo que puede recuperar el poder y la vanidad a través de mentiras y manipulación mediática”, expresó.

Desde que dejó el monasterio, Aline pasó unos días en casa de su hermana de sangre en Milán y, durante la semana del cónclave, fue al Vaticano para intentar apelar lo que considera una injusticia. “No tuve derecho a defensa. Me expulsaron del monasterio sin motivo. Incluso estamos apelando ante el Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica. ¿Por qué sucedió? Porque soy mujer, porque soy joven y porque, especialmente en este contexto, soy brasileña”, asegura.

El caso fue noticia en la prensa italiana. RAI, uno de los principales canales de televisión de Europa, realizó un reportaje especial sobre el tema y envió un corresponsal a la zona. El titular del artículo era: “Monja fugitiva: ¿demasiado bella para ser abadesa?”. El periódico Corriere del Veneto informó el pasado miércoles que una productora audiovisual de Alemania ya está planeando convertir en película la historia de Pereira.

La hermana Aline considera que su apariencia no debería ser un factor a tener en cuenta en un asunto profesional. Pero coincide en que su origen, su edad e incluso su aspecto pueden haber tenido peso en el enojoso asunto que la afecta. “Eso demuestra el problema del sexismo y el machismo. Porque una persona joven y bonita debe ser estúpida. No puede ser inteligente; tiene que callarse”, opina.

La abadesa destituida dice que no se quedará callada ni dejará de trabajar. Un benefactor del monasterio ha puesto a disposición de las hermanas una villa, una mansión, donde las monjas huidas podrán continuar su servicio social.

El día en que León XIV fue elegido papa, Pereira habló con el periódico Folha. En ese momento iba rumbo a la nueva villa, que necesita estar amueblada antes de poder abrirse a la comunidad. Aún no se había reencontrado con las otras hermanas que abandonaron el monasterio.

Incluso si las 11 monjas prófugas continúan con su trabajo, tendrán que dimitir de sus cargos en la Iglesia. “Desafortunadamente, habrá una ruptura. Tendremos que pedir la dispensa de los votos, lo cual es una obligación canónica, pero queremos continuar nuestra vida de trabajo y oración. Amamos a la Iglesia. Empezaremos desde cero. Pero con visión de futuro, quizás de comenzar de nuevo, en otra congregación”, explica la monja.

La brasileña ve con buenos ojos la elección de León XIV como papa. “Creo que es positivo, porque lucha por los derechos humanos. Y es un papa canonista, es decir, licenciado en derecho canónico. Así que comprenderá la ley. Eso ya me dice mucho. No pido nada más que la ley”, concluye.

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